domingo, 30 de noviembre de 2008

San Román de Hornija - Un priorato de San Pedro de Montes

Crónica de la Desolación

San Román de Hornija es una pequeña localidad situada a unos 10 km. de la ciudad de Toro, a orillas del río Hornija, que junto con el Duero y el Bajoz riegan su fértil vega. La población estuvo integrada tradicionalmente en el alfoz toresano, pero en la actualidad, desde el punto de vista administrativo, queda englobada dentro de los límites de la provincia de Valladolid en la comarca del Bajo Duero.
Su iglesia es un edifico de considerables dimensiones para lo menguado de su parroquia (434 habitantes). Se trata de un templo de una sola nave y torre a los pies, construido en ladrillo, tapial y piedra, cubierto con bóvedas de arista y cañón con lunetos en la capilla mayor. En el exterior se adivina una inscripción, probablemente del siglo XIII, en el lado de la Epístola.
Vista de la fachada de la casa prioral en junio de 2006
En el interior se encuentra una pequeña capilla convertida en insólito museo funerario del rey Chindasvinto, donde se exhibe su presunto sarcófago de mármol, junto con un curioso osario que recogería los restos del rey visigodo y los de su esposa Reciberga. En la mencionada capilla se han recopilado también, en improvisada muestra museográfica, todos los vestigios que se han podido recuperar del antiguo monasterio.
En la continuación de la "Historia de los Reyes Godos" de San Ildefonso, se asegura que el rey Chindasvinto fue sepultado en la iglesia-monasterio de Hornija, que él había construido desde sus cimientos: “Chindesvinthus… extra Toletum pace obiit, in monasterio que Scti. Romani de Hornisga, secus fluvium durii, quod ipse a fundamento aedificavit, intur ecclesian ipsam in cornuto per quator partes, monumento magno sepultum fuit”.
Una tradición benedictina precisa que el monasterio, dedicado a San Román, monje benedictino, habría sido fundado por San Fructuoso, el gran patriarca del monacato berciano, en el siglo VII con el patronazgo de Chindasvinto. El epitafio del rey escrito por Eugenio de Toledo, le define como: "impío, injusto e inmoral", aunque en Hornija se muestra otro epígrafe moderno en mármol negro, con su correspondiente traducción al castellano, de la elegía fúnebre dedicada a Reciberga. La bella composición es obra del obispo Eugenio de Toledo:


Si dare pro morte gemmas licuisset et aurum,
nulla mala poterant regum dissolvere vitam.
sed quia sors una cuncta mortalia quassat,
nec pretium redimit reges nec fletus egentes;
hinc ego te, coniux, quia vincere fata nequivi,
funere perfunctam sanctis conmendo tuendam,
ut cum flamma vorax veniet conburere terras,
coetibus ipsorum merito sociata resurgas.
at nunc cara mihi iam Recciberga valeto
quodque paro feretrum rex Reccesvinthus, amato.
coniuge defleta restat edicere summam,
qua tenuit vitam, simul et conubia nostra.
foedera coniugii septem fere duxit in annis,
undecies binis aevum cum mensibus octo


SI SE PUDIESE EVITAR LA MUERTE DANDO JOYAS Y ORO
NINGÚN MAL PODRÍA ACABAR CON LA VIDA DE LOS REYES.
PERO, COMO LA SUERTE GOLPEA POR IGUAL A TODOS LOS MORTALES,
NI EL DINERO SALVA A LOS REYES, NI EL LLANTO A LOS POBRES.
DESDE AQUÍ, ESPOSA, PORQUE NO PUDE VENCER AL DESTINO,
CONCLUIDO TU FUNERAL, TE ENCOMIENDO A LA PROTECCIÓN DE LOS SANTOS,
PARA QUE, CUANDO EL FUEGO VORAZ VENGA A ABRASAR LA TIERRA,
RESURJAS UNIDA A ELLOS.
Y AHORA, AMADA MIA RECIBERGA, ADIOS!
MIENTRAS PREPARA EL FÉRETRO TÚ AMADO REY CHINDASVINTO.
SOLO ME RESTA EVOCAR BREVEMENTE EL NÚMERO DE AÑOS
QUE DURARON TU VIDA Y NUESTRA UNIÓN:
EL LAZO DE NUESTRO MATRIMONIO DURÓ APENAS SIETE AÑOS,
Y TU VIDA, VEINTIDOS AÑOS Y OCHO MESES.

Triente de oro acuñado por Chindasvinto

En un manuscrito de la Catedral de Toledo, que transcribe este epitafio, se alteran los nombres y se hace a Reciberga esposa real del hijo y sucesor de Chindasvinto: Recesvinto. Esta identificación fue también defendida por José Orlandis en su "Historia del Reino Visigodo Español": "Recesvinto estuvo casado con la reina Reciberga, que falleció antes del 657, a los 22 años de edad y siete de matrimonio". Así pues, los equívocos adquieren unos tintes legendarios.
En 891 Alfonso III el Magno agregó el monasterio con sus tierras y habitantes al de San Adriano de Tuñón, en Asturias. El diploma ofrece algunas dudas sobre su autenticidad, pero podría documentar una restauración monástica durante el siglo X no bien conocida y contextualizaría toda una serie de restos decorativos de carácter disperso (modillones de rollo, basas, fustes, capiteles, un epígrafe con deposición de reliquias, etc.).
A partir de entonces las noticias sobre este cenobio desaparecen. Como ocurre con otras fundaciones leonesas se ha supuesto que sucumbiría a las campañas de Almanzor de finales del siglo X. Pero parece que en nuestro caso existen algunos indicios documentales de ello. En la relación de campañas de Almanzor recogida por Luis Molina, basada en fuentes musulmanas, se incluye: "La cuadragesimoquinta, la de San Román, en la que realizó una gran matanza y obtuvo muchos cautivos, regresando posteriormente". Esta  aceifa correspondería a noviembre de 995.
En apoyo de la historicidad de este episodio hay mencionar el relato del libro IV, capítulo XXV, del Codex Calixtinus, también conocido como Pseudo Turpin. Se menciona aquí un prodigio acaecido en una iglesia de San Román de "Orniz", que a la luz del texto anterior debe identificarse con Hornija, y que señalaría como a mediados del siglo XII aún se mantenía viva la tradición de la visita del caudillo andalusí.

"Luego, pues, devastando las tierras de España, llegó a la villa que vulgarmente se llama Orniz, en la que había una bellísima y muy buena basílica de San Román con riquísimos paños y códice, cruces de plata y telas bordadas de oro. Y al llegar a ella el inicuo Almanzor robó cuanto en ella encontró y de igual suerte devastó la villla. Y habiéndose albergado con sus ejércitos en esta villa, cierto capitán de sus huestes que entró en la iglesia vio las bellísimas columnas de piedra que sustentaban el techo de la iglesia y cuyos capiteles estaban plateados y dorados, y estimulado por su odio y crueldad, clavó una cuña de hierro entre una columna y su basa. Y al golpear fuertemente aquella cuña con un martillo de hierro, tratando de derrumbar toda la iglesia, el hombre se convirtió en piedra por providencia de Dios. Y esta piedra con forma humana subsiste hasta el día en la misma iglesia y tiene el mismo color que tenía la túnica del sarraceno entonces".

Sarcófago atribuido al rey visigodo Chindasvinto
Durante el siglo XII continuaba la vida monástica, ahora como priorato del monasterio berciano de San Pedro de Montes. Un documento de su Tumbo Viejo precisa que su anexión se produjo en época de la reina doña Urraca (1109-1126): "porque e la villa de San Román era de sennorío del monesterio por términos denombrados e contados por donación de la reyna donna Urraca". A partir de entonces se mencionan diversos priores e incluso una carta es redactada dentro de su palacio: "Esto fu fecho en Sant Román de Ornisia enno palacio del abbade". Esta situación se mantendría hasta el siglo XV en que pasó, por venta, al poderoso convento de San Benito de Valladolid. La vinculación entre Hornija y los benedictinos pucelanos alcanzará el siglo XIX, hasta el momento de la desamortización.
Adosada al muro sur de la iglesia se encuentra la antigua casa prioral, modesto palacete del siglo XVIII que hasta hace dos años, según cuentan los vecinos, se encontraba en pié, aunque decrépito, y que en reciente visita (junio de 2006) presenta un estado muy lamentable de ruina y abandono, con grave peligro de desplomarse totalmente para convertirse en puro recuerdo.
Para la construcción de los soportales de este viejo caserón se aprovecharon como apoyos cinco magníficos fustes monolíticos marmóreos, de desigual sección, acompañados de sus correspondientes capiteles y basas de diversa calidad y cronología. Dos de los capiteles son de tradición toscana y de inferior factura, mientras que sus otros tres compañeros, corintios de probable filiación mozárabe, resultan impresionantes por su soberbia decoración. Su diseño y tradición iconográfica, de raigambre bizantina, se ha puesto en relación con otros modelos equiparables de diversas construcciones asturianas y mozárabes.
Capitel altomedieval de la casa prioral
Según nos comenta la amable persona encargada de enseñar el templo y el museo a los visitantes, el solar de la casa prioral está en manos privadas y su futuro inmediato es incierto. Desprovisto de la protección de su tejado y con buena parte de la balconada corrida y soportal desplomados, las inclemencias del tiempo darán buena cuenta de su frágil estructura. Todo hace pensar en un desenlace dramático para este emblemático edificio en muy poco tiempo, independientemente de que sea inexcusable asegurar la vigilancia, protección y conservación de los restos altomedievales.
Su rehabilitación y puesta en valor proporcionaría un espacio interesante para uso público. Sirvan estas líneas y fotos como llamada de socorro y denuncia para una urgente intervención.
La iglesia parroquial fue declarada BIC con fecha 11/03/1999. Ignoramos el grado de protección que se concedió a los restos del edificio anexo.

Sobre San Román de Hornija y su patrimonio es muy recomedable la visita del Blog de Alfio Seco:  San Román de Hornija en el tiempo

viernes, 28 de noviembre de 2008

La ermita de la Santa Cruz de Montes de Valdueza - Un año después del robo

Cuenta Valerio del Bierzo en su "Replicatio sermonum a prima conversione" que entre los eremitas y anacoretas que eligieron en el siglo VII las agrestes tierras del Valle del Silencio como lugar de retiro y oración se encontraba cierto Saturnino, discípulo suyo, que procedente de lejanas tierras, habría edificado en Montes de Valdueza, en uno de los rincones en los que se retiraba el mismísimo San Fructuoso -junto a una cruz de madera-, un pequeño oratorio dedicado a la Santa Cruz, San Pantaleón y otros mártires. El modesto santuario, consagrado por el obispo de Astorga, Aurelio, se erigió encaramado sobre la roca, al pie del precipicio que se abría sobre el valle del río Oza. Posteriormente el propio anacoreta le añadió un pequeña celda para vivienda suya.



Tras la muerte de Valerio, hacia 695, la historia de nuestra ermita se desvanece por completo, engullida por los confusos acontecimientos relacionados con la invasión musulmana y unos decenios posteriores de total opacidad documental.
Casi dos siglos después, Genadio, emulando al creador de la Tebaida Leonesa y gran patriarca del monacato berciano, recuperó la vida monástica en aquellos valles y restauró algunas de las viejas fundaciones visigodas. Se levanta de nuevo así, a finales del siglo IX, el antigo monasterio "Rufianense", conocido a partir de ahora como San Pedro de Montes, que habría de alcanzar una gran expansión y notoriedad a lo largo de la Edad Media. Es en este mismo momento, o quizás muy poco después, cuando se devuelve a la vida la inmediata ermita de Santa Cruz, como constaba por un epígrafe fechado en 905 que hacía referencia a su dedicación múltiple.
Nuestra humilde ermita debió derribarse y rehacerse de nuevo en varias ocasiones a lo largo de su azarosa historia, modificando incluso ligeramente su ubicación original. En 1609 parece que aún perseveraba parte de su antigua disposición que alcanzo a ver Sandoval: "fundada sobre un risco que cae dos tiros de arcabuz de San Pedro, sobre el río Oza ... como parece en una piedra que está en la pequeña lumbrera que tiene encima del altar, que está con letras bien formadas romanas"1, y la copia errando en la fecha.

Una de las últimas intervenciones documentada, que debió otorgarle además su actual aspecto, se fecha en 1723. Su fábrica fue reconstruida más abajo de la anterior y junto al camino. El edificio, tal y como hoy se presenta al visitante, tiene más de arquitectura popular que de monumentalidad religiosa. Se trata de un edifico de planta rectangular construido con grosera mampostería de lajas negruzcas y una cubierta de pizarra a dos aguas. En su interior un pequeño retablo con una cabeza de serpiente pretende recordar la leyenda de aquel gigantesco reptil que aterrorizaba estos valles y que fue vencido por la intervención de San Fructuoso. En su fachada principal, por encima del cargadero que protege la única puerta de acceso, fueron recolocadas un total de cinco piezas altomedievales de procedencia topográfica incierta, pero que perpetuaban la memoria de un lugar de culto de orígenes visigodos. A la inscripción dedicatoria ya mencionada, se unían un bajo relieve de 280 x 280 mm. con la cruz griega asturleonesa flanqueada por el Alpha y la Omega, dos pilastrillas de caliza blanca, trozos de impostas o frisos de un posible cancel visigodo con decoración geométrica a base de círculos intersecados enlazados con cuadrados inscritos y tallos, a biseles, y restos de una ventana ajimezada, en concreto un dintel monolítico de 420 mm. de largo decorado por con dos arquillos incompletos, rebordeados y enmarcados por un alfiz, en cuya parte superior exhibía una inscripción alusiva a la Santa Cruz: "AECE SANCTE CRUCIS", que signficaría "Ecce (signum) sanctae crucis". Hübner transcribe "AEC[CLESI]E S[AN]C[T]E CRUCIS, y lo mismo leyó Quadrado. Según Gómez Moreno, los fondos de la cruz y las letras de la inscripción están teñidos de rojo, siguiendo los modelos de los relieves de San Miguel de Escalada. Resulta tentador relacionar esta cruz apocalíptica, emblema constante de la monarquía asturiana, y más tarde de la asturleonesa, con aquella que regaló Ordoño II a Peñalba y que se conserva en el Museo de León. Su hechura es muy similar, aunque sin astil, a la que aparece repetidamente representada en la decoración exterior de la iglesia-palacio de Santa María del Naranco, así como en las bandas historiadas que acompaña alguno de los clípeos que engalanan el interior.
La estampa que ha venido ofreciendo nuestra ermita hasta ahora cambió radicalmente en la tarde del pasado domingo 4 de marzo de 2007. El epígrafe dedicatorio del siglo X (no es visigodo como se incide reiteradamente en los medios de comunicación) ha desaparecido, coincidiendo curiosamente con el anuncio de que esta pieza había sido seleccionada para la exposición "Las Edades del Hombre", a celebrar en Ponferrada durante el presente año. En esa misma aciaga tarde-noche fueron extraídas, a instancias del rector de la basílica de la Encina, el resto de piezas y trasladadas con urgencia a Ponferrada, según algún testimonio a dependencias de dicha basílica y con el argumento de evitar males mayores. A la mañana siguiente los vecinos pudieron comprobar estupefactos que todo el conjunto había sido extraído precipitadamente, dejando un enorme hueco en la fachada, sostenido sólo por dos puntales de madera y con numerosas piedras caídas al pie de la puerta de entrada. Desde luego, no parece que -independientemente de la buena voluntad y la validez de las razones argumentadas- las condiciones de extracción de los relieves hayan sido las más ortodoxas. Se da la circunstancia de que en 1990 esta conjunto de piezas también habían sido elegidas para la otra de las muestras de las "Edades del Hombre" celebrada en Burgos. En aquella ocasión la oposición de los vecinos y del anterior párroco frustró la tentativa, pero una fotografía de las mismas acabó incorporándose al catálogo acompañada de una ficha redactada por Antonio Viñaño González, entonces archivero bibliotecario de la Real Colegiata de San Isidoro de León. Este mismo autor ofrecía unas medidas ligeramente diferentes a las establecidas por Gómez Moreno (420 x 190 x 170).

La pieza desaparecida era un pequeño tablero rectangular de granito (410 x 180 x 70 mm.), que hacía las veces de una de las jambas de la improvisada ventana ciega, creada a partir de los aludidos disecta membra altomedievales. En su origen pudo haber desempeñado las funciones de minúscula mesa de altar. El campo epigráfico aparecía rehundido y rebordeado por una gruesa moldura rectangular. El texto, resueltas las abreviaturas, se distribuía en siete líneas: "IN HONO/RE SANCTE CRU/CIS, SANCTE MA/RIE, SANCTI IOHANNIS / BAPTISTE, SANCTI IA/COBI, SANCTI MATEI, / SANCTI CLEMENTIS". En el canto derecho, el único visible al espectador, se añadía la data: ERA DCCCCXIII KALS DCBS. Gómez Moreno dudaba en su lectura entre asignarle las tres últimas cifras de la fecha a la Era o al día de las kalendas, esto es 940 o 943, concluyendo que la segunda opción era la más recomendable por no existir punto delante y caer en domingo el día consignado, por tanto Era 943 y año 905. Hübner aun admitiendo esto equivocó la fecha, por no estimar la L pendiente de X, y puso Era 913. Podría continuar la inscripción en el resto de los cantos, ocultos a la vista, lo cual confirmaría su funcionalidad como mesa de altar. En cualquier caso, el "ductus" de las capitales empleadas por el lapicida recuerda al de sus hermanas gemelas de la ventana ajimezada y del epígrafe conmemorativo de la reedificación de San Pedro de Montes por Genadio del año 919, que todavía se puede admirar junto a la puerta románica que comunicaba la iglesia con el arruinado claustro reglar.
Hace ya tiempo que se ha venido denunciado de forma reiterada la situación de abandono que padece desde hace tiempo la pequeña población de Montes de Valdueza y la desprotección total en que se encontraba esta ermita, a merced de expoliadores o simplemente de iconoclastas. Ninguna medida de seguridad protegía estos valiosos bajorrelives, que estaban literalmente al alcance de la mano, que es lo mismo que decir de la piqueta, el cincel o el martillo.
Pero este episodio no es más que el penúltimo capítulo de un auténtico momento crítico que vienen atravesando algunos de los nombres más señeros de nuestro patrimonio. Es el caso del robo de otros bajorrelieves altomedievales en Quintanilla de las Viñas (Burgos), la rotura de una de las columnas del ábside de Santiago de Peñalba, el desplome de un ara y el hundimiento de parte del suelo en San Miguel de Escalada, la situación de abandono y deterioro del Santuario de la Peregrina de Sahagún, por no hablar de la situación que padece desde hace años la catedral de León, con el desplome de varias de sus gárgolas medievales como testigo más llamativo de un abandono estructural. No estamos hablando de bienes menores, sino de exponentes de primera fila que figuran con letras de oro en cualquier manual de Historia del Arte y que, por otra parte, bien que se publicitan a bombo y platillo con fines turísticos o propagandísticos por las mismas instituciones que los abandonan a su suerte, no ocupándose de su protección y conservación.
Imágenes: 1. Estado actual de la fachada de la ermita; 2. Los relieves antes de la extracción y 3. Epígrafe desaparecido.
Sobre esta cuestión está disponible el siguiente artículo del autor en PDF: R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Los relieves altomedievales de la ermita de la Santa Cruz de Montes de Valdueza. Publicado en Estudios Bercianos. Revista del Instituto de Estudios Bercianos, 32-33 (2008), pp. 53-78.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Santo Tomás de las Ollas

Texto de Manuel Goméz Moreno, "Iglesias Mozárabes".
"En medio del Bierzo, donde confluyen el Boeza y el Sil, sobre Ponferrada. puja entre ambos ríos un macizo rocoso, en parte granítico y en parte pizarreño, que llaman Colinas. Allí está el pueblecillo que recibe nombre de su iglesia, la que en lo antiguo, hacia los siglos XII y XIII, por su posición, era llamada Santo Tomás de Entrambasaguas, y dicen que perteneció a San Pedro de Montes. Después, por haberse establecido allí hornos de alfarería, cuyos restos perseveran, cambió de sobrenombre por el actual.
El archivo de Montes ardió probablemente, con su librería, pocos años después de la exclaustración, y nada se conserva de él que pudiera ilustrar la historia de esta iglesia: pues aunque una de la misma advocación fundó Genadio, consta localizada en un valle próximo a Peñalba en la misma sierra. Sus caracteres artísticos, por otra parte, si bien denuncian con bastante fijeza, merced a la estructura de sus arcos, este período que estudiamos, con todo, no entran de lleno en el cuadro general mozárabe ni en el asturiano, como tampoco se les explica por reminiscencias godas, sino que más bien tienen relación con obras carolingias, dejando, por tanto, un margen de indecisiones respecto de su fecha y de los influjos que presidieran al construirla. Sin embargo, discrepancias mucho mayores v aun absolutas ofrece si se la compara con lo nuestro románico; de suerte que tal vez sea razonable atribuirla a los tiempos de Genadio. En todo caso es el edificio menos normal dentro de la serie leonesa mozárabe.

Compónese de nave y capilla, con orientación exacta y aparejo de mampostería, que, por estar revestido en su mayor parte, no deja ver bien si todo alcanza una misma antigüedad. La nave tiene puerta hacia sur, románica y muy sencilla, que se conoce estar remetida en obra más vieja;
otra hubo a los pies, hoy cegada, con arco semicircular, al parecer, y hacia el norte hase agregado una capilla moderna.
En ancho excede la nave a la capilla mayor; mas aparecen sus muros ligados entre sí, dando fe de ser coetáneos, y en altura se igualarían, antes de haber sido rebajada la nave en todo su perímetro.
La capilla mayor, por fuera, descubre parcialmente su mampostería de pizarra y menudos rollos, sin que entren piezas largas formando esquinas, como es costumbre, aun en los aparejos más descuidados, para su trabazón, obtenida aquí mediante la fuerza del mortero, muy grande, puesto que ni desplomos ni grietas aparecen. De sus dos ventanas, la de hacia sur es moderna v la contraria está cegada. En el testero no hay, ni parece haber existido nunca, sino un nichito en lo alto, albergando rústica cruz de piedra, hecho de sillería y en cuyo dintel hay dos semicírculos grabados concéntricos, simulando arco: la falta de ventana sobre el altar es anormalidad notable. Una cornisa de lajas de pizarra, moderna, corona el edificio.

Por dentro sorprende ver desarrollada en redondo esta capilla, con cúpula de cascos y arquería mural ciñéndola, particularidad que, a más de su tamaño, relativamente grande -seis metros de ancho- lleva fuera de los límites usuales este ejemplar de capilla, respecto de las otras similares de Escalada, Mazóte, Peñalba. etc. y cuyo precedente, del siglo V es la basílica de Segóbriga. como ya sabemos. Parece redonda, y sin embargo las mediciones arrojan un exceso de 5o centímetros en el radio longitudinal, respecto de los trasversales, siendo por consiguiente ovalada. En torno hay un rebanco o poyo, sobre el que se distribuyen, colateralmente al arco de entrada, ocho cortos pilares monolíticos de granito, con zócalo y cabeza simplemente chaflanada, y sosteniendo nueve arcos de herradura. Éstos guardan la proporción usual del siglo X, o sea excediendo en una mitad del radio al semicírculo: su dovelaje. de granito, sobre jarjas perfectamente definidas, es radial, con junta en medio y trasdosado.

Arquerías murales así, en ruedo, pero semicirculares y sobre columnas, las hay en obras carolingias provenzales, como la catedral de Aison y el baptisterio de Venasque, y fueron mantenidas, allí mismo y en Borgoña, a través de la era románica; por ejemplo, en la rotonda de Dijon y en St. Restitut, obedeciendo, probablemente, al mismo sistema de apeos que determinó en Asturias la organización rectilínea de Naranco y Lena y capillas mayores de Santullano y Priesca; asimismo, en Francia. San Lorenzo de Grenoble, naves laterales de San Pedro de Vienne y crucero de San Martín de Angers. En Ravena San Juan in Fonte resulta prototipo de esta serie, a la mitad del siglo V. Es un sistema cuyo fundamento mecánico parece ser la independencia entre bóveda y muros, haciendo que aquélla cargue sobre tales arquerías, en contacto, pero desligadas, de los muros que no recibiendo carga, rebajarían libremente, al hacer asiento, sin comprometer las cubiertas; éstas, sobre apoyos rígidos -monolitos - y al mismo tiempo flexibles arcos trasdosados podían responder de su equilibrio; y los muros no hacen oficio sino de caja inerte, aun recibiendo el empuje de arcos y bóvedas. Todo el sistema gótico pudo emanar de aquí, solamente con llegarse a un concepto claro de empujes y contrarrestos.
En el caso de Santo Tomás, el voltear una arquería curvilínea llevaba consigo dificultades de estereotomía graves, que, sin embargo, se eludieron con una sencillez y perfección sorprendentes. Bastó transformar en polígono, a partir de ellos, la redondez de la capilla, pero situando las quiebras o vértices, no en los macizos, sino en los ejes de tales arcos; así, cada pilar va en un solo plano con sus dos ramas correspondientes de arquivoltas, y todo se redujo a trazar oblicuamente la junta central del dovelaje para ajustarlo a la quiebra. Ello mismo repite, aunque sin formar arquería continua, la capilla octogonal de Binbirk.ilisse, en Asia Menor, cuyos arcos también son de herradura.

La cúpula es de cascos, u sea lombarda, como la de Aquisgrán carolingia y muchas árabes andaluzas posteriores; mas aquí el número de cascos llega a once, uno más de los que la ordenación mural exigía, y aun ellos desiguales, por el desconcierto que ocasiona el arco toral. Arranca sobre moldura de nácela, interrumpida por el arquillo semicircular de la ventana subsistente primitiva, que forma derrame interior, según costumbre.
El gran arco de entrada para la capilla seria de herradura, como lo es el otro que le trasdosa por fuera, con saliente de 24 centímetros: mas hubieron de rozarse los arranques del primero, para quitar estorbos, y su desarrollo es exactamente el típico árabe, ya observado en la arquería mural de adentro. Las impostas, con moldura de nácela, corrían en común para ambas arquivoltas; y respecto del dovelaje, que es de sillería de granito, sólo hay visibles algunas juntas, especialmente la de en medio, y distanciadas cosa de 40 centímetros, que será el ancho de las dovelas, medido por el intradós, quedando incierto su punto de convergencia. El caso de parejas de arcos así, concéntricos y retraído brevemente el menor, fue usual en la arquitectura lombarda de ladrillo, desde el siglo VI a lo menos, como acusa el ventanaje superior de San Vital de Ravena mismo, en edificios orientales menos antiguos y en lo árabe toledano, pudiendo rastrearse un origen común en obras de la decadencia romana; por ejemplo, el palacio imperial de Tréveris.
Sobre dicho arco, por fuera y tocando casi a la pared, hay tendido un madero a todo lo ancho de la nave, que pudo servir de trabes o pérgula, faltando iconostasis, para suspender cortinas, lámparas, etc.. como se observó en Marquet, Escalada y Bamba: y poco más arriba sobresale del
muro una cornisa de fílele cuadrado, como en los testeros de Escalada".