miércoles, 12 de mayo de 2010

En busca de las reliquias de San Genadio - El "Santo Asalto" de la Duquesa de Alba en 1603

Uno de los aspectos más peculiares de la religiosidad en las épocas medieval y moderna, dado el alto grado de fanatismo alcanzado, fue el culto a las reliquias, indisolublemente ligado al culto a los santos.  La posesión de los despojos de alguno de ellos, aunque fuera en una mínima parte, era una garantía de prestigio para cualquier centro religioso y motivo de devoción y peregrinación por parte de cualquier visitante de los tesoros de los templos.
Las reliquias tenían, por otra parte, para los coetáneos reconocidas virtudes taumatúrgicas, no exentas de un cierto componente morboso y extravagante. Su simple contemplación o aproximación física proporcionaba un contacto más directo con la divinidad y garantizaba su influjo espiritual, siempre que se cumplieran unos ritos preestablecidos.
En 1603 María de Toledo Colonna, viuda del IV Duque de Alba don Fadrique Álvarez de Toledo, organizó una delirante expedición para, desde Villafranca del Bierzo, alcanzar la remota iglesia de Santiago de Peñalba, exhumar los cuerpos de varios santos allí venerados y trasladar secretamente las reliquias a su monasterio de Dominicas de La Laura. El objetivo principal de la empresa se cumplió, al menos en lo referente a las reliquias de San Genadio y San Urbano, pero este viaje de la duqesa, también conocido como el Santo Asalto, se vio rodeado de una serie de peripecias de tintes tragicómicos que quedaron recogidas en un texto cohetáneo de gran interés. El contenido del mismo, tal y como fue transcrito por el Padre Fidel Fita en 1903, es el siguiente:

"Abiendo hocupado en esto algunos dias partieron de billafranca; y la misma duquesa que le tomo devocion por la rrelacion que le avian hecho de visitar aquel yermo: y para que lo que pretendía no le parecio decente, degar de ir en persona: y fue la primera y última vez que en toda su. bida por su boluntad salio de casa ni una legua: porque aunque andaba muchos caminos fueron por boluntad agena, y obediencia: acompañaronla el marques su hermano, y su santo confesor y no mas que huna docena de criados dentranbos, y una sola criada, y otra viuda devota señora de basallos muy faborecida de la duquesa: llevaban tratado de acer el santo asalto en secreto por no alborotar un lugarillo de Cabreros y un cura que el abad de peñalba dignidad de la yglesia mayor de astorga alli tenia puesto: y de velar la duquesa en la yglesia una noche y en ella sacar el santo cuerpo: y así avía mandado que en la misma litera en que yba pusiesen una palanca para levantar las losas y llevar un cofre muy bien aderezado con olandas y tafetanes: y un ornamento para dar á la yglesia, y cargas de achas para sacar con solenidad las Reliquias. Al tiempo que yba a entrar en su litera mandó sacar acaso la palanca, que si alli fuera parece tornara con huna compañera menos: la gornada hera toda de ocho leguas y tardaron asta bolber a billafranca cuatro días: porque segun parecio, el enemigo pretendio quitar en aquel camino la bida a la que entendía en los negocios de la laura. Ycieron noche en rrimor lugarillo del marquesado; partieron el siguiente día para San esteban de balduera con intento de Comer allí y llegar a la tarde a la yglesia de peñalva: yba la duquesa leyendo en el libro de San doroteo; y queriendo que lo hoyese doña madalena Sarmiento, aquella biuda que la hacompañaba, yçola pasar de otra litera adonde yba a la suya, y en ella llevaba aquella imagen del Cristo glorioso que la Santa madre Teresa de Jesús, su gran amiga yço cuanto pudo el arte ymitar (y) Sus palabras, y (con) ellas al bivo Señor quen la horacion avia bisto: yban atras el marques y el maestro en otra litera y al pasar la primera por un camino,- que toda su longitud acia pendiente aria un Rio que se pasaba por un ponton de un arco tan escuro con los peñascos que del otro lado abia, y la misma agua del rrio hera tan negra, que parecia abitacion de los del infierno. Era muy cerca de San esteban donde hellos tenian tanta mano como se dirá-1a huna bestia de las dos que llevaban la litera, no tenia acemilero siendo tan necesario huno para cada huna, como las dos para la litera, arrodillose la que yba a la banda, de la duquesa y por aquella parte bago al suelo la litera. La doña madalena hera mui medrosa y pusose como muerta: estabala consolando y animando la duquesa cuando llego un gentil onbre y la digo V. Xª salga questá en mui gran peligro, digole hella: qué peligro? levanten esa acemila. El criado antiguo que la tenia amor holvidandose del rrespeto ydiciendo buesa excelencia me perdone, ybala a hasir de los brazos para sacarla. Digole: teneos! que si asi a de ser yo saldre; y salio, y al mismo punto mando sacar a doña madalena que no tenia animo para salir y el que llegó a sacarla, se quedo con una parte de su toca en las manos: y la bestia que estava de rrodillas al mismo tiempo que salio la duquesa, se colgo; y como havia grande altura del camino al rrio y hera enpinada como huna pared derecha, no tuvo en qué se detener; y en colgandose, como peso mas que la que estava, entranvas cayeron con la litera y la que quedó dentro: y toda la litera se yço Ragas y ningun mal doña madalena. Así como cayo, pusose de rrodillas la duquesa, y con harto dolor digo: Madre de Dios ayudalda; y luego sentada en huna losa mando mirasen de lo alto, qué se avia hecho? y digeronla muerta está: asomose y digoles no, que hun brazo mueve, bagad esa camilla por ella : yçoles buscar una bagada y se la trageron con solo el mal del miedo y espanto que hen ella no hera poco; llegaron a San estevan y paro allí para acerla curar del espanto: y degandola en casa de un primo suyo que avia sido el huesped partieron al amanecer para subir hunas cuestas, que ni las de Monserrate, ni las de monseni no seran mas asperas ni enpinadas, ni de tan estrechas sendas, que no cavia ningun cavallo per ella: quisieralas subir a pie por su devocion la duquesa, mas sus continuas enfermedades no la tenian con fuerzas que lo pudiese acer. Fueron ella y su criada en unas sillas: y los criados, maestro, y el marques a pie con hunos baculos. Son aquellos montes admirables de altos, asperos y fertiles de arboles y buenas yerbas: que se nacen entre las çarças, y maleças, y muy abundantes de aguas de arroyos, que sacandolos el arte de los rromanos de los Rios de que tambien ay artos en aquella soledad, por entre las peñas como por condutos aciendo las hunas aguas y las otras un rrumor y estruendo corno de mar enbravecido, los trayan para labrar gran cantidad de minas que por alli ay: ni faltan tambien bestigios, de las que los Santos que abitaban aquellos montes grageavan y descubrian con su oracion en unas hermitas que por alli se ven echas de arboles i yerbas; por donde pasando la duquesa allava a su santo confesor arrimado a su baculo descansando en oracion: no benia el marques, tan descansado porque sobre ser tan baleroso y bravo soldado estava tímido en algunas ocasiones: que no temia su ermana siendo muger, y el temblava pensando que al sacar los santos habia de caer algun rrayo del Cielo, ho tragarlos la tierra: y benia no menos melancolico que arrepentido de aberse encargado de aquel camino: disimulaba su ermana la moyna quel ama mostrava, esperavala a la puerta con mucha y como la puso en su asiento, saliose. Ella se rreconcilio y digo a su confesor que antes de atreverse a habrir los santos sepulcros tuviesen en comulgando huna ora de oracion, en que él de nuebo lo encomendase a dios, aciendo quenta que no avian benido a trasladar Santos, sino a solo bisitarlos y le ordenase qué arian: oyeron tres ó cuatro misas; digola el maestro y comulgola; pusieronse en oracion, y estando en ella entro el marques con mui gran alegria diciendo: sus! señora agamos lo que hemos de acer oy y agame merced questa noche la tengamos en San pedro de montes ques abadia de benitos, y no aqui, que esta humedisimo; ya tengo guardas a tres puertas de esta yglesia. Fuimos, pareciendo al maestro questa mudanca hera la rrespuesta del Cielo, al sepulchro de San esteban abad con gran deseo de sacarle; porquestava a la entrada de una puerta; en el arco estava un onrrado lietrero; y con ser mas facil que sacar los dernas, nos fué tan inposible que tubimos por voluntad del Cielo que no le llebasemos de alli. Esta yglesia (es) de obra mui particular de pylastras y arcos tan rredondos que casi acavaba el circulo, y de obra mosayca, toda de una nabe. Tiene una capilla del Santísimo Sacramento al un testero, y al otro ‘hotra en questaban en dos ermosos y miii grandes sepulchros de gruessisirnas losas de marmol los cuerpos de San genadio y de San Urbano confesores anacoretas y obispos antiguos de astorga: que aun los santos en aquel tiempo que, a mas de setecientos años que murieron, por Reberencia del Santísimo Sacramento, los ponian a los pies de las yglesias y asi a los rreyes. Tenia el cuerpo de la yglesia dos Capillas por banda adonde por ella se sale por puertas de arcos y colunetas de alabastro y en ellas otros cinco cuerpos con el del abad esteban: Fue esta yglesia una de las abadias que san genadio fundo, cuyas Ruinas alli parecen y aunquel monte en que se edifico, y se abia subido, es altísimo, de aquella altura se lebanta otro que parece dexa las nubes debago, y que les queda superior: y llamase asta oy el silencio; que gano el nonhre del mucho que los Santos en el guardavan sin ablar gamas palabra sino las de la misa y Oficios divinos muchos tiempos que en el se rretiraban: i oy dia se ven las ermitas de pobre fabrica, y sin faltarles una piedra y todas Cubiertas gunto con una yglesia, que en el medio esta de malezas, que parecen echas de yerbas las ermitas.
A este monte del silencio no pudimos las mugeres subir por su aspereza grande: Mas solo mirarle infundia devocion y amor de la soledad. Bolbiendo a la yglesia, aquella losa del sepulchro de san genadio que cierto parecia heran menester cinquenta honbres para moverla: despues de ayer quitado huna Rega que la cubria, y estaba cubierta de atadillos con tierra de gunto a las losas, quentodo el bierço se le atan al cuello para las calçnturas, y en quitandoseles, que dicen es infalible la tornan alli. Solos el marques y tres criados, quitada la cal de las gunturas, y la lehantaron y abierta la tenian, todos quatro de rroclillas con palancas: el maestro rrebestido y de rrodillas y con achas blancas encendidas; lloravan de devocion y suavidad del grande y suave olor que del sepulchro salió; y no falto alli quien vio salir Resplandor. Sacose el cuerpo, que estaba compuesta toda el armadura de los huesos: y a la rredonda la carne convertida en un polbufo pardo: y alguna en su ser pegada a las canillas: degaronse los huesos pequeíios; porque no ydolatrasen los que alli acuden ciertos OC0S dias en el aio, con procesiones. Sacose asi tambien el cuerpo de san urbano degando algo, y el de san fones. Y en comiendo y abiendo limpiado la yglesia y adornado los altares se partieron, seria el medio dia, y asta mui noche tardaron en soto una legua, que caminaron por una sendilla, no usada desde la muerte de los Santos que por alli yban de una avadia a otra: mui mas aspera que lo pasado, y tan estrecha que parecio milagro delios no nos despeñar, porque las sillas no cavian. Cuando paravan para rnudarse, los que las llebavan, quedava sin duda lo mas en el aire, sobre hun avismo de ondura ha donde las acemilas a cada rrato rrodavan por no caver en lo angosto de la sendilla. Salbo la que traia la Santa arca que esa gamas cayo; y al sacar los Santos, sucedieron tres milagros que no quento por abreviar algo esta larga Relacion. Llegamos a san pedro: y en san esteban nos tenían llorados por muertos, quando supieron nos avian encaminado por allí: donde a San fructuoso le tiraron unos ballesteros como a fiera no creyendo que hombre umano alli estuhicra: aquella noche tubo mui buen aposento la duquesa que fue la misma yglesia, donde no osava arrimarse a las paredes. que por sus manos fabricaron los Santos. Bueltos al dia siguiente a san esteban, y tomando á la conpañera, y aciendo cornposicion alli en unos bandos de todos los becinos, caveços delios dos mugeres onrradas, y asi fue facil conponer las mugeres; aunque no poco, porquel mismo cura fomentava los bandos, y ubo la duquesa menester mas animo para rreprenderle que para meterse en la pendencia que rrebolbian aquellos malos espíritus que ahitavan en el ponton, donde yço poncr huna gran cruz, y enbio predicadores a san esteban; que los mas viegos no se acordavan haver oydo Sermon en su vida: tanta falta ace la palabra de dios. Despues desto se tornaron a billafranca".
El texto original fue publicado por Fidel Fita Colomé bajo el título: "Hagiografía. El santo asalto de la Duquesa de Alba en 1603. Relación contemporánea e inédita", Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 42, Año 1903.

miércoles, 20 de enero de 2010

Santiago de Peñalba - Una visita de Francisco Giner de los Ríos

El  filósofo, pedagogo y ensayista andaluz Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) tiene entre sus mayores aportaciones a la cultura española la de haber fundado y dirigido la Institución Libre de Enseñanza. Giner fue uno de los pocos intelectuales españoles que participó activamente en una renovación educativa, cultural y social en la España del último tercio del siglo XIX y principios de la centuria siguiente. Su esfuerzo por la innovación le llevó a incorporar y adaptar nuevas corrientes pedagógicas y científicas importadas del extranjero. Por todo ello, el estudio de su dilatada obra se antoja imprescindible para el conocimiento de la historia del pensamiento español contemporáneo.
En su obra recopilatoria "Arqueología artística de la Península" (Madrid, 1936) se recoge un selecto puñado de artículos publicados con anterioridad en diversas revistas hispanas. Así, de su visita al Bierzo dejó escrito un interesante trabajo dedicado a la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba". El texto procede originalmente de “La Ilustración Artística”, Barcelona, 1884, núm. 137.

"Santiago de Peñalva"

"El Vierzo o Bierzo -como por razón de su etimología debiera más bien escribirse- es la pequeña comarca, de unas cien leguas cuadradas, que forma el primero de los valles del Sil y circuyen las sierras de Ancares, Ornaña y Cebrero, tramos de la Cordillera Cantábrica, al N. y al O.; las montañas de León, con la sierra de Jistredo, al E.; y la Cabrera y los montes de Aguiar, al S. Húmeda, fresca, pero sin descender por lo común bajo cero; perpetuamente verde, ni por su situación, ni por su clima, ni por la raza, ni por las costumbres, ni por ninguna condición real, en suma, pertenece a la seca tierra castellana, de la cual se halla mejor defendida que de Galicia.

Por esto, si no conviene volver a la organización que por breve tiempo tuvo esta bella comarca hacia el primer tercio del siglo, en que constituyó una provincia aparte (uniéndole sin razón suficiente otros territorios limítrofes); y si en el carácter y usos de los bercianos se halla todavía cierto dejo leonés parece indiscutible que en ellos, y más todavía en la topografía de la región, predomina de tal suerte la afinidad con Galicia, que debe conceptuarse error el decreto administrativo, por cuya virtud se halla incorporada a la provincia de León, constituyendo extraño maridaje con el grave, seco, y un tanto bravío habitante de la no menos grave, seca y bravía tierra de Campos.
Dejando a un lado los mil atractivos que esta encantadora región ofrece al viajero, por sus admirables paisajes, las comodidades de su clima y relativa suavidad de sus moradores, así como las muchas cosas de interés que brinda a los curiosos, me limitaré aquí a describir sucintamente uno de los más importantes monumentos arqueológicos que encierra.
En este respecto, es verdad que la provincia de León tiene un valor extremado. El influjo arábigo- cordobés sobre elementos latinos y bizantinos, tiene aquí ejemplares tales como San Miguel de Escalada y Peñalva; el románico, ora en sus albores, ora en su gradual evolución hacia el arte ojival, en San Isidoro, Carracedo, Sahagún, San Pedro de las Dueñas, Sandoval, Gradefes; el esplendor del gótico francés en la maravillosa catedral leonesa y en Villafranca, San Marcos, Astorga y otros centros, notables ejemplares del gótico florido, del Renacimiento y del plateresco.
En el primer grupo, he nombrado a la abadía de Peñalva, interesantísimo monumento del Vierzo, como que corresponde a un arte cuyos vestigios apenas comienzan hoy a estudiarse, siendo todavía desconocidos muchos de ellos; testigo, la iglesia de Lebeña, una de nuestras más grandes joyas arqueológicas, bien puede llamarse verdadera revelación de estos últimos años (1).
Santiago de Peñalva fué edificado por el obispo Salomón hacia la mitad del siglo X y con el piadoso intento de conservar allí los restos de San Genadio y San Urbano, que una centuria antes habían hecho vida penitente no lejos de aquel sitio -en la cueva llamada del Silencio-. Ante todo la situación del templo es admirable. Bien se llegue a él desde Bouzas, bien desde San Cristóbal, bien desde San Esteban, el paisaje es de primer orden, dentro del género propio de la región berciana: valles risueños y estrechísimos, montañas de rápida pendiente, copioso arbolado, y una abundancia de cascadas y arroyos sin igual en otras comarcas semejantes de Asturias, Santander y Galicia, y que mantiene en la vegetación indescriptible frescura.
En cuanto al templo, constituye con los ya citados de Lebeña, San Miguel de Escalada y quizá (2) San Juan de Baños, una de esas importantísimas construcciones en que los recuerdos clásicos se combinan con el influjo de la arquitectura árabe del califato, llevado por los monjes de Córdoba. En el siglo XII, sin embargo, ha sido objeto de una restauración; pero la obra románica no parece haber alterado la estructura fundamental del edificio, ni los principales elementos que le dan su característica fisonomía. Otras construcciones posteriores y sin importancia adosadas a sus muros, incluyendo en ellas la torre, desfiguran su exterior, en cambio; mas por su propia insignificancia, tampoco han podido causarle gran daño.
En el exterior llaman desde luego la atención la combinación de sus cuatro cuerpos de diversa altura, semejantes a las demás iglesias de este tiempo; los espléndidos canes, casi idénticos a algunos de San Miguel de Escalada, y más todavía a los de Lebeña; y unas pequeñas gárgolas, que a ser, como parecen, del siglo x, presentarían un interés difícil de desconocer, pues no suelen encontrarse en este tiempo. La distinta altura de los dos cuerpos que terminan el templo y envuelven los dos ábsides del E. y el O. depende de la reforma que este último ha sufrido al levantar su cubierta sobre una carpintería, mientras que el lado oriental conserva el simple trasdós de la bóveda.
La planta (3) es sumamente importante. La constituye un rectángulo, orientado en la dirección E.-O. y cada uno de cuyos lados menores tiene inscrito un ábside, que no se acusa por tanto al exterior, y un crucero hacia el extremo E., como de costumbre, cuyos brazos son algo mayores que el espacio que entre aquellos ábsides queda libre. Los cobertizos modernos que rodean el edificio por sus lados mayores ocultan dichos brazos, por tener casi el mismo vuelo que ellos.
La planta de los dos ábsides es de herradura; su situación, uno al E. y otro al O., como ya se ha dicho, muy extraña; sus dimensiones, idénticas; y están cubiertos por bóvedas agallonadas con aristas, en lo cual, como en la forma de la planta, recuerdan los ábsides de San Miguel de Escalada. El del E. es, sin duda, el principal, por más que hoy en ambos haya altares. Lo muestran así, no sólo su orientación, sino la circunstancia de tener delante y en el crucero la especie de cúpula de que hablaré más tarde. El ábside de Poniente contiene los sencillos sepulcros de San Genadio y San Urbano, el primero de los cuales está cubierto con una losa longitudinalmente dividida en dos vertientes por una arista poco pronunciada.
Por último, los arcos de triunfo o de ingreso a los ábsides son también de herradura y se apoyan sobre dos columnas exentas, coronadas por capiteles latinos con ábacos dobles o aun triples, que recuerdan los bizantinos, v. g., de Ravena. Igual forma y soportes tienen los arcos todos de este templo, variando sus dimensiones tan sólo.
Los brazos del crucero, como en Santa Cristina de Lena (aunque ésta es de planta de cruz griega), en Valdedios, en Priesca, en Santullano, etc., están formados por dos cámaras (convertidas hoy en sacristías), cubiertas por bóvedas de cañón recto, cuyos ejes son normales al de la nave, a fin de contrarrestar sus empujes; cada una de ellas comunica con ésta sólo por una pequeña puerta adintelada con su correspondiente arco de descarga, estructura también usual en los templos asturianos citados.
La nave tiene, próximamente, 11 m. por 5, y se halla dividida en dos tramos por dos pilares (correlativos a otros tantos contrafuertes en el exterior), con dos columnas exentas adosadas, sobre las cuales se alza un arco de herradura, que soporta a su vez un muro, corrido hasta la bóveda y perforado a su vez, como es frecuente en estos casos, por otro arquillo de herradura también.
De los dos tramos de la nave, el occidental está cubierto por una bóveda de cañón recto, contrarrestada por dos contrafuertes en el muro de cada lado. En el lienzo del S. se abre la puerta principal, formada por una doble arcada de herradura, cobijada dentro de otro arco de igual forma inscrito en un arrabá (como lo está también el del ábside del E.). En el exterior, se halla la pila que parece de una especie de cemento; y por dentro en este mismo muro, una inscripción de la segunda consagración de la iglesia en 1105; recientemente se ha destrozado esta entrada para colgar sobre ella una tribuna. Verdad es que cuando se considera en qué manos suelen hallarse estos monumentos, admira que quede algo de ellos en pie todavía.
En el muro del N., hubo una puerta, hoy tapiada, rectangular, con su arco de descarga y una inscripción de 1132, relativa al abad Esteban. Por fuera hay adosado a este mismo muro un sepulcro, que podría ser del XI.
El segundo tramo de la nave es cuadrado e importantísimo. Sube a gran altura y forma una especie de cúpula, cuya bóveda, agallonada como la de los ábsides, pasa de su planta a la cuadrada de la parte Inferior, en que descansa, no por medio de pechinas, Sino de ángulos, disimulando luego la arista cóncava que resulta con una suave transición de sentimiento y Una especie de archivolta. Sólo esta cúpula bastaría a dar a Peñalva uno de los primeros lugares en la historia de nuestra arquitectura, para la cual constituye un dato precioso.
Por último, las ventanas son pequeñas y rectangulares: sin embargo, en el dintel superior de alguna se advierte la forma de herradura; también debe citarse la losa perforada, hoy ciega, que se ve en el muro exterior del ábside de poniente.
No concluiré sin indicar que en esta iglesia quedaban todavía en el último verano una preciosa e intacta cruz procesional de plata grabada, del XV, y estilo flamenco, de las más hermosas que he visto (a cuyo varal, por cierto, sirve de peana -como es muy frecuente- un capitel latino), y una naveta de cobre esmaltado, tal vez de principios del XIII, ya maltratada. ¿Estarán allí todavía? La Comisión provincial de monumentos ya está advertida.
Como puede colegirse de estos ligerísimos apuntes, la abadía de Peñalva interesa de un modo fundamental para la historia de nuestra arquitectura, tan desconocida en realidad a pesar de la maravillosa constancia con que a propósito de ella se vienen repitiendo vulgaridades y lugares comunes que excusan de más severos estudios. Especialmente para la transformación de la arquitectura clásica en la románica, Peñalva constituye un dato tan importante, cuanto que en ella elementos latinos, (v. gr.: los capiteles); bizantinos, como el crucero y la cúpula; árabes, como las herraduras y las bóvedas agallonadas, se enlazan y dan lugar a un conjunto que cada día adquiere más valor. Los canes y las gárgolas son también interesantísimos".
(1) Situada a la orilla del Deva y casi en el magnífico camino de Unquera a Potes (Santander), la importancia de este templo ha pasado inadvertida mucho tiempo a nuestros arqueólogos; en el verano de 1880, el profesor de la Institución libre de Enseñanza, que pasó por este sitio, dirigiendo una excursión de alumnos de este centro, visitó el templo y quedó sorprendido de su importancia, llamando sobre ella la atención de sus compañeros, uno de los cuales, el señor Torres Campos, ha ido expresamente este verano a estudiarlo y se prepara a dar a conocer el resultado de sus investigaciones. (Las publicó, en efecto, en el interesante estudio: “La Iglesia de Santa María en Lebeña”, por R. Torres Campos, con dibujos de Juan B. Lázaro. Madrid, Fortanet, 1885. -N. de los Edits.)
(2) En el caso de que -según opinan algunos- la actual iglesia no sea la de Recesvinto, sino en gran parte una reedificación del X.
(3) Publicada con suma inexactitud por el P. Flórez en la “España Sagrada”.