jueves, 11 de diciembre de 2008

La Cueva de San Genadio - Eremitorios altomedievales en el Bierzo

La vida retirada en eremitorios es una constante asociada al florecimiento del monasticismo berciano en el siglo VII, y posteriormente durante su restauración del siglo X.
Menciona Valerio un ergastulo, estrecho y pequeño, en el que se recluyó más tarde Saturnino, abandonando a su mentor. A partir de este momento las calificaciones aplicadas por el maestro para referirse a su discípulo son ya negativas y con un cierto componente de rencor. De este reducto, al parecer próximo al templum dedicado a la Santa Cruz, apenas salía para los oficios diurnos y nocturnos, y para ofrecer los preceptivos sacrificios.

Vista del exterior de la Cueva de San Genadio
Son varios los momentos en los que se citan este tipo de receptáculos a propósito de la vida anacoreta y cenobítica en el Bierzo del siglo VII. Así, por ejemplo, en uno de los capítulos de la Vita Fructuosi se habla del pequeño y angosto ergastulum en que vivía el santo, próximo al altar del monasterio Rufianense. En otro ergástulo habitó durante algún tiempo Valerio, situado cerca del altar del monasterio de Castro Petrense, en el predio de Ebronato, construcción que se describe como un pequeño habitáculo. En base a todo ello, parece que el término ergastulo puede equiparase al de cellula, también presente en los escritos valerianos. Con algunas variantes en su significado aparece en otras fuentes hispano-visigodas, tanto con la connotación de prisión, habitáculo del monje en su monasterio, como también de lugar de retiro para eremitas y anacoretas en busca de aislamiento, o incluso como sepultura o enterramiento.
 Estado actual del interior de la cueva con el altar dedicado a San Genadio
Pero estas acepciones, en apariencia divergentes, evocan una misma realidad: un lugar de reclusión penitencial, una celda de reducidas dimensiones adecuada para la redención de culpas, bien sean de carácter espiritual o temporal. Su asociación con oratorios o santuarios para formar conjuntos rupestres o semirupestres debió ser una constante en la primitiva vida eremítica hispana. Es la llamada en alguna ocasión "piedad rupestre", la fascinación anacorética por las cuevas desarrollada a partir de sus implicaciones simbólicas y cosmográficas.
Athanasio de Lobera nos proporciona una magnífica descripción del estado de este tipo de habitáculos en Peñalba a finales del siglo XVI. El testimonio del monje bernardo fue recogido posteriormente casi literalmente por Yepes y Flórez:

"Son cinco [cuevas]. Obrólas naturaleza en una altísima montaña de peña viva. Para subir a ellas no hay más que senda de cabras y son menester sus pies, e irse trabando en las matas, y no mirar abajo por no desvanecerse. Sobre las tales cuevas se levanta la peña tajada, tan alta, que deben ser treinta estados; que, cierto, pone pavor mirarla. Están las bocas de las cuevas al Oriente, que, en naciendo el sol, da en ellas; no mayores que medio estado de hombre, y éstas sirven de puerta y ventana. Dentro son espaciosas y medianamente altas; sus poyos alrededor: al fin no es obra de hombres, sino de naturaleza. Aprovechábanse de ellas los santos monjes en el adviento y cuaresma. Los más viejos en la santa milicia y ya instruidos para bien pelear, como dice nuestro padre San Benito, se retiraban aquí; y con sumo silencio, con yerbas, raíces, disciplinas y oraciones hacías sus advientos y cuaresmas hasta que llegando las pascuas, salían a celebrarlas en los monasterios con sus hermanos".

A mediados del siglo XIX Richard Ford hace alguna nueva alusión a estas cuevas en su "Manual para viajeros por España y lectores en Casa":

"San Fructuoso escogió este lugar a causa de las cuevas naturales que todavía existen, desafiando al destructor, y dan al este colgando sobre el río Silencio, que desemboca en el Orza, y desde allí, por el Valdueza, en el Sil. Estas cuevas son cinco en total, y todavía se llaman la Cuevas del Silencio; en ellas solían los ascéticos monjes pasar su cuaresma, retiro muy propio para anacoretas taciturnos: un camino de cabras monteses conduce a este retiro digno de un San Bruno y tema adecuado para un Salvador Rosa".

En el Diccionario de Madoz estas construcciones son descritas de la siguiente manera:

CUEVAS DE SAN GENADIO. "Están abiertas a pico en peña viva, en un estribo de rapidísimo declive de los montes Aquilianos a 3 leguas de Ponferrada, (prov. de Leon) y junto al nacimiento del río Silencio. Las que hoy se pueden examinar con incomodidad y exposición son 4, aunque su número es mayor. Todas tienen una pequeña puerta hacia el Este y un poyo alrededor, y su figura mas o menos cuadrada. Se asemeja a una celda no muy espaciosa. Créese que las mandó hacer San Genadio, abad de San Pedro de Montes, para retirarse a ellas con otros anacoretas en las temporadas de penitencia. El sitio no podía estar mejor elegido, porque es agreste y espantoso en demasía. El vulgo llama a aquel santo Juanacio, y acude el día de la Natividad de San Juan Bautista a visitar las cuevas, recoger polvo de ellas que suponen específico contra las calenturas intermitentes, y dejar coronas de flores perpetuas o siemprevivas. En las cruces que hay a la entrada de aquellas, para cuya operación es preciso trepar y arrastrarse por entre agudas peñas, asiéndose a débiles arbustos y llevando la vida en peligro, porque la altura es considerable, y está el terreno como el de un tejado". 

 Puente de madera sobre el Oza
De todas estas cuevas, la única hoy en día visitable por el gran público es la denominada por la tradición como "Cueva de San Genadio". De Santiago de Peñalba y los pueblos limítrofes, cuenta Madoz a mediados del siglo XIX que acudían los lugareños a las "cuevas de San Genadio": "el vulgo llama a aquel Santo Juanacio y acude el día de la natividad de San Juan Bautista, a visitar las cuevas, recoger polvo de ellas, que suponen específico contra las calenturas intermitentes, y dejar coronas de flores perpetuas y siemprevivas". Caro Baroja incluía esta práctica entre los ritos relacionados con las hierbas de San Juan, porque de alguna manera el objeto de esta visita era para recoger un producto espécifico.
En la actualidad está muy remozada y alterada, tanto en su disposición interior como en el aspecto exterior. Las reformas fueron promovidas hacia 1899 por el obispo de Astorga, P. Vivente Alonso y Salgago, muy sensibilizado por su estado: "abandonada y hasta profanada". Las intervenciones consistieron en la construcción de un altar, con una imagen de piedra de San Genadio, y el cerramiento exterior con una gran verja de hierro.

Panorámica de Peñalba de Santiago desde la cueva de San Genadio.
La ruta desde el pueblo hasta la gruta supone al caminante un recorrido de unos dos kilómetros, transcurriendo entre los antiguos huertos del pueblo y tierras abandonadas, dedicadas tradicionalmente al cereal. El bucólico trayecto se adentra en lo más profundo del Valle del Silencio. Discurre entre una espesa vegetación regada por el río Oza, que se atraviesa por un pintoresco puente de madera. La ruta concluye al pie de los escarpes rocosos de la Peña Alba, referente geográfico, político y espiritual para toda esta comarca desde la Alta Edad Media.
En la actualidad la cueva está adornada de diversos exvotos, testimonios de la devoción que se manifiesta el día 25 de mayo en la romería que se realiza desde la iglesia de Peñalba de Santiago. Desde la boca de la cueva se divisa el paisaje majestuoso del Valle del Silencio, así como una espectacular vista de la aldea y del templo mozárabe. Esta circunstancia no debió ser ajena, desde luego, a la elección de este estratégico lugar para el retiro de los eremitas.

3 comentarios:

accesorio dijo...

Paseando por Internet he llegado hasta aquí y me he quedado sin palabras!
Enhorabuena por su trabajo :D

accesorio dijo...

Paseando por Internet he llegado hasta aquí y me he quedado sin palabras!
Enhorabuena por su trabajo :D

Rafael González Rodríguez dijo...

Muchas gracias por sus amables comentarios. Un saludo. Rafael González Rodríguez